28 de marzo

Educación

Cultura

La Escuela de Diseño e Indumentaria municipal muestra sus producciones

Será en el marco de la expo Rosario Remix, en el Macro. Emprendedores sociales vinculados a esta singular usina creativa que abarca múltiples barrios mostrarán telas estampadas y vestidos de 15

Este sábado 2 de septiembre, a las 12 en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, quedará inaugurada la muestra de artistas del Grupo Litoral con la curaduría de Marcelo Pombo y en ese marco la Escuela de Diseño e Indumentaria ocupará el quinto piso con una selección de trabajos realizados en los múltiples lugares en los que funciona. En ese espacio se mostrarán telas estampadas y algunos vestidos de 15 que confeccionaron las alumnas para sus hijas.

Nacida como un proyecto para la zona oeste, hoy la Escuela de Diseño e Indumentaria funciona en todos los distritos, con 24 talleres en los Centros de Convivencia, en vecinales, en Centros Municipales de Distrito e instituciones barriales. Es una escuela inclusiva, en la que participan alumnos de 13 a 70 años, que saben o no sumar y multiplicar y que buscan desde un espacio de contención hasta una salida laboral. Como Vicky, una chica trans que hace los vestidos para las quinceañeras del barrio; Carina que desarrolló su propia marca para talles grandes; Cristian, que recorrió Bolivia y Perú vendiendo sus remeras; o Vanesa a quien su emprendimiento le permite mantener a su familia y pasar más horas con su hijo; las historias se multiplican.

Darío Ares y Hebe Pierobón son docentes que ponen en las telas, en el diseño, en las puntadas y los patrones de sus oficios una alternativa de inclusión en el marco de una Escuela pública de Diseño e Indumentaria. Allí buscan emprender, diseñar, crear algo diferente. Abren las puertas a cientos de personas, sin importar la edad o el sexo, marcando como importante dejar afuera los prejuicios: el rosa es de nena, el azul de nene. Esperan a aquellos que vengan con actitud de aprender y compartir. Y lo consiguen.

Hebe Pierobón es profesora de moldería y diseñadora de indumentaria. Ella le pone pasión a su trabajo, entre telas, moldes y tijeras. Recuerda los inicios de la que ahora es Escuela de Diseño e Indumentaria, siempre en la órbita de la Secretaría de Cultura y Educación, en 2010 en barrio Toba del distrito Oeste. Allí comenzaron junto a Darío Ares, en el Centro Cultural El Obrador donde funcionaba un espacio llamado El Roperito. La intención era sumarle un marco creativo al oficio de la costura y ampliar la oferta ya que “si dabas solo moldería o estampería desde principio de año hasta noviembre, a muchos les aburría, entonces cruzamos contenidos y el taller pasaba a tener 3 profes al año”, explica Darío quien actualmente coordina la Escuela.

La Escuela también sumó en los últimos años capacitación en joyería y marroquinería, buscando ampliar la mirada del diseño e incluir más propuestas atravesadas por lo creativo, lo técnico y lo productivo. Los docentes sostienen que dejar de nombrarla como “corte y confección” les permitió acercarse a otro público y generar programas de aprendizaje y de producción específicos para el taller. “Buscamos pensar en la ropa, no solo desde la moldería, si no desde la puesta en escena, desde la presencia”, aporta Ares y agrega “con la Escuela tomamos la moda como una forma de vida, un pensamiento, el lenguaje visual. Uno con lo que se viste también expresa”.

Lo que buscan desde la Escuela es formar alumnos con una mirada crítica, “sujetos pensantes” que aspiren a tener un oficio, que puedan trabajar en una marca colectiva. En ese sentido trabajaron con las jóvenes del Noroeste en mochilas con las leyenda “Ni ama ni esclava” que surgió del debate acerca de la relación con sus novios, la libertad y la violencia de género.

La Escuela en el marco productivo

Este año, desde el taller del Centro de Convivencia Barrial Tablada, presentaron y ganaron un proyecto en el programa Ingenia. Con esto piensan comprar una máquina recta, una remalladora y una máquina sublimadora para viseras y gorras. Destacan que fue un proyecto armado con los chicos: “primero vinieron 4 les gustó y vinieron sus amigos y así formaron el grupo. Armaron sus remeras, las cosimos en otro lado y se la pusieron. Luego contaban en el barrio 'hay un taller que regala remeras' y verlos a ellos con la máquina de coser, cortando telas, marcando, armando, es genial”, sostiene Hebe.

Y también llegaron con un proyecto al programa Vínculos. Ahora Nuevo Alberdi, Villa Banana y Tablada verán crecer sus talleres: “En el Centro Municipal Distrito Oeste da para armar un gran taller de producción, con mesas de corte, con máquinas pequeñas, máquinas de corte, telas, para que aquellos que pasaron por la Escuela y cuentan con alguna herramienta básica para arrancar y puedan dar el salto. Y allí poder armar un núcleo de producción textil desde un lugar público”, marca Darío.

Y en esto también educan. Darío destaca la importancia de que los alumnos conozcan los circuitos de concursos y convocatorias de los diferentes estamentos del Estado. Así
es que se presentaron en Ingenia y Espacio Santafesino y fueron ganando subsidios.

Otro aspecto que incluye la escuela es la compra de materiales. Cada vez que es necesario, los docentes recorren los lugares que ya conocen acompañados por los alumnos. Previamente se contactan con los comerciantes y así son recibidos especialmente para que los chicos vivan también la experiencia y aprendan sobre la compra.

Una escuela para todos

No hay limitaciones para participar de la Escuela. Quienes tengan ganas de aprender, tienen un lugar. Los cursos están siempre abiertos y se puede comenzar en cualquier momento del año.

Los docentes van trabajando depende los grupos: “En Tablada tenemos muchos jóvenes, ahí no podemos ir con una moldería básica, que tienen que sacar un cuarto y multiplicar por ocho. Y en otros lugares podemos ir con moldería y dar un curso con esto. Y nosotros vamos manejando esta situación según la población que tenemos”, dice Hebe. Allí en Tablada es donde se da un caso en particular: debido a la intervención del Cordón Ayacucho, varias familias de la zona fueron relocalizadas a otros sectores de la ciudad pero asimismo, aunque ya no vivan en el barrio, hay algunos de los chicos que siguen yendo a pesar de la distancia.

“No es lo mismo un taller con chicos de 15 años o con gente más grande que esperan otra cosa. Es el caso de Norita, que tiene 70. Mientras tenga buena onda y se banque a los jóvenes que venga. Nosotros somos una escuela para gente joven, de espíritu joven y creo que la experiencia vale”, señala la docente.

En la escuela apuestan por la educación inclusiva “a uno de los talleres venía una chica que no sabía ni leer, ni escribir. Entonces ella marcaba su cuerpo con las manos. Un hombro, una mano, en vez de 12 cm. La palabra centímetro la desesperaba. Un cuerpo, 4 manos. Vamos buscando la vuelta, sabemos que vamos a lugares con realidades muy distintas y nos adaptamos a lo que pasan en los distintos espacios”, cierra.

Lo mismo sucede en los cursos con muchos varones, “yo llego con mi moldería de falda base y lo primero que creamos con los chicos es la camiseta de fútbol. Dibujamos y diseñamos las camisetas y después se aflojan, piensan ¿si le hago este diseño a mi vieja? Y ahí salgo con otras cosas. Ahí uno levanta otros valores y ellos diseñan su propia ropa”, advirtió Hebe y, en ese sentido, evaluó que “salir con la remera de diseño propio, les encanta”.

La idea es dejar los prejuicios de género de lado y para eso toman de ejemplo a los raperos que diseñan su propia ropa o a los grandes modistos de exclusivas marcas. Además tienen sus estrategias, la posibilidad de estampar una remera es mucho más llamativa para los varones que utilizar una máquina de coser.

Trece. La primera marca

Trece es el nombre de la primera marca colectiva de la Escuela, nació en 2013 con los chicos y chicas del Oeste. Los trece años son una edad clave para los pibes del barrio: “13 es una edad difícil, en donde el chico elige muchas veces, termina la primaria, decide si sigue estudiando, entra a la adolescencia, se revela contra los padres, hay toda una situación y nosotros nos damos cuenta -sobre todo con nuestros alumnos-, que estaban en un momento de decisión y es ahí donde nosotros intervenimos y le decimos, mirá podes hacer algo bueno”, relata Hebe.

"Hay pibes que a los 13 años son soldaditos de las bandas o pibes que andan por el barrio aspirando poxiran, en el centro no se ve tanto, allá se ve más. Por eso 13 nos parecía una edad donde apuntamos a que el chico pueda venir a hacer ropa a estampar remeras antes de estar en la esquina con el poxi y así arrancamos con la
marca”, dicen los docentes.

Trece hoy es un semillero. Funciona en el CEDIC (Centro de Diseño e Industrias Creativas), y quienes se muestran interesados en seguir trabajando en este oficio, pasan por allí para conocer cómo es realizar una producción completa. Y lograron una nueva campaña: Desarme / Calibre Cero.

Alumnos con marca propia y ahora docentes

Victoria Fernández, es una chica trans, llegó a la escuela cuando tenía 15 años, ahora con 20, y tiene su propia marca. Hace vestidos de fiesta y las chicas del barrio hacen sus vestidos con Vicky. Este año realizó una muestra con una colección que preparó para la exhibición Viste Rosario.

“Soy de Barrio Acindar y voy a los talleres de Casa de Cultura de Barrio Alvear. Una amiga me invitó a ir al curso de Diseño de Indumentaria probé y me gustó”, comenta Carina Beatriz Formagini y añadió “después seguí con el tema estampado y este año tengo la suerte de empezar a producir mi propia marca y estoy entusiasmada, a full. Con los pocos recursos que tengo voy produciendo, y con lo que logro invierto. Arranqué haciendo ropa deportiva y ahora estoy haciendo camisolas, camisas, vestidos, calzas, corpiños deportivos”, enumera y añade: “gente conocida me acerca modelos y piden que se los haga y en eso estoy para todas las edades y talles sobre todo para gente que necesita talles grandes. Y todas las prendas que salen van con mi marca “Formagini”. Mi familia me acompaña, estamos muy entusiasmado todos. Hay que innovar y a las prendas le hago algún sublimado”, destaca y cuenta “en casa tengo una remalladora familiar y una recta industrial y para las terminaciones me prestan la collareta, que todavía no tengo, en la Casa de Cultura”.

Cristina Correa es de barrio Cerámica. Recuerda cómo arrancó hace casi cuatro años “fue en un Centro de Convivencia, fui una vez a ver, a conocer el taller, casi sin querer, me gustó y me quedé. Es algo que me gusta y me encanta hacer. Produzco, y me da trabajo. Trabajo con maquinaria, hago remeras, vestidos, camisetas y otras prendas que me piden y vendo a la gente del barrio. Siempre cuento con el apoyo de los profes para seguir adelante y no abandonar. Estoy separada hace dos años y de esto vivo”.

Vanesa Torres vive en el Barrio Bella Vista: “En el Centro Municipal Distrito Oeste estudié Diseño de Indumentaria y Alta Costura. Tenía una prima que estudiaba en un instituto privado, ella podía pagar, yo no, Un día me contó que una docente daba clases en el Distrito y es gratuito. Y motivada por ella me anoté. Me gusta porque quería fabricar prendas, hacer moldería. Trabajaba como empleada doméstica, ganaba monedas y tengo que mantener a un hijo de 8 años. Empecé a estudiar ahí y hoy soy una ex alumna que trabaja como tallerista en el CEDIC y en el Centro Municipal Distrito Sur y esto me encanta, pienso que puedo ayudar a los nuevos, que están en la misma situación que alguna vez yo estuve. Esta es una gran oportunidad para muchos que pueden hacer su propio microemprendimiento. Además en mi casa tengo un minitaller, me fue bastante bien, cambió mi forma de pensar, trabajo menos horas, estoy más con mi hijo y estoy muy bien, esto me cambió la vida totalmente”.

Cuando existen las oportunidades y la posibilidad ampliar el conocimiento siempre habrá gente interesada. Como Cristian Romano que se acercó al taller en el Distrito Oeste por medio de una amiga. Él quería, junto con un amigo, hacer remeras para chicos. “No sabía nada, de nada, ellos (Hebe y Dario), me fueron acercando a conocer muchas cosas, me enseñaron. Más tarde hicimos un viaje de mochileros en el norte, nos llevamos un shablon que aprendimos a hacer acá y fuimos haciendo estampas para los chicos del norte, pasamos por Bolivia y Perú y por ahí hicimos lo mismo. Ahora queremos aprender a hacer remeras y enseñarles a los pibes del barrio para que puedan estampar su propio dibujo, para entretenerse o para abrir una puerta en el mercado laboral”.

Alejandra Canteros es residente del distrito Sur. Su mamá le decía que cortaba las cortinas para “hacerle ropa a mis muñecas y hora lo que quería hacer era moldería”. “Ya trabajo para talleres y apenas aprendí en el verano empecé a vender las primeras mallas y ahora empiezo a hacer buzos para escolares y más me dedico a los talles especiales. A mi casa llegan las señoras grandes, les tomo las medidas, y les hago las prendas, si tengo alguna duda me gusapeo con Hebe y sale para adelante. Busco no quedarme en algo especial, amplío conocimientos y creaciones. Compro tela, fabrico y empiezo a vender y el año que viene veré si puedo sacar mi marca propia y abarcar todos los talles, esa es mi meta”.