24 de noviembre

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Juventudes en el espacio público: Street workout, la unión que hace la fuerza

Los jóvenes rosarinos generan cada vez más alternativas para recrear, ejercitarse y sociabilizar en el entorno urbano. El street workout, una disciplina altamente inclusiva que no para de crecer

Con la llegada del calor cada vez son más los rosarinos que se vuelcan a los parques y plazas para realizar actividad física. Ya es una postal habitual de la ciudad ver grupos de entrenamiento, corredores y caminantes utilizando los espacios verdes que en los últimos años crecieron en infraestructura y servicios para la práctica deportiva como estaciones aérobicas y deportivas, bebederos e incluso la iluminación led que aporta a generar entornos más seguros para quienes se acercan una vez llegada la noche.

El sol empieza a caer de a poco sobre Italia y el río y en el parque coinciden los que mateaban desde temprano con los que llegan a hacer ejercicio al aire libre. En la estación aeróbica ubicada en esa intersección privilegiada, un grupo de jóvenes está desde temprano circundando las barras. Estacionan bicis, motos y mochilas sobre una línea de arbustos cercana. Sacan un parlante portátil y un tarro con maicena. Son el grupo de Fuerza Urbana Street Workout, principales practicantes y difusores de esta novedosa disciplina en la ciudad.

Ante todo, las explicaciones básicas. “El street workout es un entrenamiento callejero con el propio peso del cuerpo que se puede realizar en cualquier entorno urbano. Incluye la calistenia, que es un método de entrenamiento físico que viene desde hace muchos años”, define Gustavo Contreras, que con 28 años es el fundador y coordinador del grupo, y uno de los profes a cargo.

A pesar de que practicarla en el espacio público no es condición excluyente, es cierto que este aspecto está en el corazón y el origen de la disciplina: en los gimnasios a cielo abierto de los "barrios bajos" de Nueva York. En Rosario, el street workout puede desarrollarse gracias a las más de 20 estaciones aeróbicas que el municipio fue ubicando en distintos parques y plazas de la ciudad. 

Sin perder de vista a sus compañeros que empiezan con la entrada en calor, Guz -como lo llaman en el grupo- sigue con la caracterización: “El street workout fue tomando figuras, movimientos y ejercicios de otras disciplinas. Es una mezcla de muchas cosas, quizás la más parecida o similar podría llegar a ser la gimnasia deportiva, que es de donde se toman muchos de los fundamentos técnicos. Pero a medida que va pasando el tiempo, se va haciendo más pura y va teniendo técnicas y movimientos específicos propios.”

Flexiones de brazos (push ups), dominadas (pull ups) y fondos son algunos de los ejercicios básicos para avanzar hacia progresiones más complejas. El muscle ups (un movimiento combinado) es un clásico de la disciplina: para algunos un punto de partida y para otros un punto de llegada. Algo parecido ocurre con el human flag o bandera humana, que consiste en lograr dejar el cuerpo horizontal en el aire, tomándose con los brazos de una barra vertical. “Acá los ejercicios son progresivos. La exigencia la proporciona el grado o nivel de dificultad que uno le quiera agregar”, aclara Guz.

Más allá de lo físico: inclusión y comunidad

Pero hay mucho más acerca del street workout que una serie de movimientos técnicos. “No es solamente una disciplina deportiva, sino que viene acompañado de algunos valores muy importantes como el respeto y la autosuperación, que nosotros tratamos de transmitirlos y ponerlos siempre en primera plana”, afirma Guz, que no para de hacer hincapié en lo altamente inclusiva de la práctica.

“El único requisito para empezar street workout es tener ganas. Fuerza tenemos todos, pero puede que no la tengamos adaptada”, asegura el joven. La disciplina es apta para todos los cuerpos y todas las edades: en el grupo conviven chicos de 14 años hasta un hombre que supera los 60. También está abierta a todos los géneros. 

Guz se lamenta de que las chicas todavía no se animen: “Que no se condicionen pensando que esto es para hombres o que van a quedar todas musculosas”, dice, extendiendo la invitación con énfasis.

El street workout tampoco discrimina por clase social, porque para practicarlo no se necesita más que el propio cuerpo y el espacio público. “En nuestro grupo tenemos chicos de diferentes clases sociales. Acá lo que planteamos es que venimos a practicar y que tenemos que aprender a convivir, así como todas las personas tendrían que aprender a convivir unas con otras. Eso también es parte de la enseñanza que queremos transmitir y quizás así podemos aportar un poco a la comunidad de Rosario”, reflexiona Gustavo, convencido.

Es que su propia historia y aproximación al deporte lo validan. Gustavo conoció el street workout en 2011 y casi por casualidad: mirando videos en YouTube. A partir de eso, empezó a entrenar solo en su casa y en 2013 se empezó a animar al espacio público. En 2015 dio el paso definitivo y fundó Fuerza Urbana. La comunidad fue una respuesta casi espontánea. Todo ese proceso le sirvió a Guz para dejar atrás definitivamente un problema de adicciones y cambiar su perspectiva ante la vida. “Antes era una persona muy egoísta y ahora estoy viendo siempre cómo ayudar al resto, cómo lograr lo mejor para todos”, cuenta.

El compañerismos en el street workout supera las fronteras provinciales y nacionales. Es que, en la última década, el deporte creció exponencialmente en todo el mundo. “Viene arrasando y contagiándose país por país. En Argentina hay una comunidad bastante amplia y muy unidad de street workout y es impresionante cómo está creciendo. Tenemos varios grupos y nos comunicamos de forma directa.También estamos en contacto con otros lugares de Latinoamérica y de Europa”, afirma Gus.

Intervenir el entorno urbano, es la tarea

Durante la charla, que transcurre sobre el césped del parque, llegan varios jóvenes y se suman a la práctica después de saludar a Guz. Los alrededores, la proximidad al río y el espacio verde, amenizan la exigencia de la actividad física. “Es muy lindo porque uno viene acá y se despeja. Es otra cosa que estar encerrado en un lugar de cuatro por cuatro. Acá podés respirar aire y te ve la gente”, dice el joven mirando sobre sus hombros.

Pero llevar adelante una actividad que por su propia definición se desarrolla en el espacio público no sólo tiene a su favor el contacto con la naturaleza: también transforma el entorno urbano. Es porque eso que los chicos de Fuerza Urbana tuvieron la idea ir a los Consejos Barriales y presentar un proyecto al Presupuesto Participativo para mejorar las estaciones de salud existentes y generar algunas nuevas con más y mejores condiciones técnicas. 

Tienen un antecedente a su favor de cara a la votación que ya está en marcha: presentaron la misma propuesta a Ingenia y ganaron. A partir de eso, estrecharon vínculos con la Dirección de Juventudes municipal y empezaron a pensar acciones coordinadas como talleres o exhibiciones. 

Ese lazo también posibilitó una reunión de los chicos con la intendenta Mónica Fein el pasado 8 de septimbre, para contarle sobre la disciplina y plantearle de forma personal algunas de las inquietudes formuladas en el proyecto:  “Ese día aprovechamos y nos juntamos varios grupos. Estuvo muy bueno. Pudimos contarle que esto es algo nuevo que viene creciendo en Argentina y en tod el mundo. Ella nos escuchó, le gustó, le interesó y nos dijo que contábamos con su apoyo”, recordó el joven. 

“Lo que planteamos es algo que no lo vamos a usar solamente nosotros”, anticipa Gus. “En el diseño, incluímos barras altas desde donde se puedan colgar anillas o telas. De manera que un profesor que no tenga lugar donde dar clases pueda recurrir al espacio público y utilizar ese sitio para dar la actividad”, explica.

La idea de sumar más personas a esparcirse deportivamente de esta forma también tiene un fundamento: “Cuanta más gente utilice el espacio público, más seguridad le da al entorno. Por eso también buscamos que el proyecto se lleve a cabo en otros lugares. El espacio que queremos impulsar es el Patio de la Madera, porque es un punto que queda cómodo para todo el mundo”, cuenta.

El espacio público, para estas disciplinas, es el lugar de práctica pero también de encuentro y de formación: “Yo me fui formando de forma autodidacta porque el street workout es como cualquier otra disciplina callejera, como parkour, como BMX o como skate: esto se aprende en la calle. No hay una escuela”, afirma el joven.

Competir es compartir

Es domingo y el clima no podría acompañar mejor el día de descanso de la mayoría: ni una sola nube se anima a amenazar el sol pleno que impacta fuerte y anuncia la inminencia del verano. Detrás del Galpón de las Juventudes, el playón chico encuentra intervenida su fisionomía y su actividad usual: además de personas recreándose sobre ruedas, unos mobiliarios extraños arman un circuito rodeado por vallas. Barras paralelas, barra fija, colchonetas, rampas y un nutrido grupo de jóvenes sin remera: es el taller gratuito y exhibición de Street Workout, organizado por Fuerza Urbana junto con la Dirección de Juventudes.

Gustavo toma el micrófono y relata las distintas figuras, movimientos, rutinas y combinaciones que sus compañeros muestran en la barra a la vez que los celebra y los alienta. Felipe, Franco, Agustin, Gonza, “el Negro”, “Jesús”, y Tincho son algunos de los que pasan a mostrar sus destrezas. Una multitud de gente que pasea se frena y decide instalarse allí con sus mates, sus bicis. El espectáculo es sin dudas llamativo y se aplaude ante cada intervención. ¿Quiénes son esos chicos que vuelan por el aire y que parecen tener una fuerza sobrehumana?

Guz advierte el asombro colectivo e insiste en que cualquiera puede hacerlo: algunos espectadores reaccionan con desconcierto. Y justamente por eso se los invita a pasar e intentar una dominada. Algunos muchachos no lo dudan y logran tres o cuatro. Una chica alentada por sus amigas, también pasa y logra elevarse ayudada por los chicos. El que menos dudas tiene es Benja, un niño de seis años que se trepa a la barra carente de cualquier vértigo e improvisa con naturalidad algunos movimientos. El grupo se entusiasma y lo alienta. Más tarde, la mamá del chico averigua cómo hacer para que se sume a la práctica.

Se termina la jornada y los chicos de Street Workout le dan lugar al próximo taller, que es de parkour. Pero esa es otra (son otras) historia(s). El grupo cierra la tarde de sol con transpiración en la piel, sonrisa en las caras y lastimaduras en las manos. Un dato pone particularmente feliz a Guz: Benja, el audaz niño de seis años, se incorporará a las clases. “Esto va prosperando a partir de las raíces que uno va formando. La idea es que el árbol siga haciendo copa y que los frutos sigan saliendo… y los frutos son los jóvenes que se suman”, concluye.