El cambio de La Cerámica en la voz de los vecinos
Tras la apertura de Calfucurá, dieron su testimonio: "Es una hermosa calle, estamos muy agradecidos”, remarcó Santa, una de las residentes allí desde hace casi 40 años. La historia del lugar.
En La Cerámica y en el marco de la anhelada apertura de calle Calfucurá, un grupo de vecinas y vecinos comparte los comienzos de la zona y recuerda a aquellos que tanto lucharon por concretar este sueño y ya no están, y expresan que les hubiera gustado tenerlos cerca en el momento de la inauguración. Asimismo, cada uno proyecta lo que va a venir.
Todo comenzó a principios de siglo pasado. En plena etapa de crecimiento del país, Ciro Echesortu y Guillermo Sugasti establecen en la zona norte de la ciudad un horno alfarero que luego sería la primera fábrica de cerámicos de la Argentina: Cerámica Alberdi.
A su alrededor, “algunos vecinos levantaron sus casas en manzanas irregulares, pero predominaban zonas de quintas y terrenos vacíos, mucho verde”, refirió un vecino.
Graciela Baldez arranca su testimonio agradeciendo “por esta obra maravillosa que están haciendo en mi barrio”, dice y remarca: “Ahora digo barrio, antes Villa Cerámica”. Mencionó que hace “40 años que esperamos esto”.
La historia marca un barrio que creció por el impulso de sus vecinos: “Mi madre y un grupo de gente que ya no está hacíamos eventos, (yo era muy chica, aclara) para comprar caños para traer agua de Lomas de Alberdi, íbamos con tarros a buscar agua en la vieja parada del colectivo 105”.
Apelando a sus propios recuerdos revela: “Íbamos a la Municipalidad a golpear por el Plan Lote. Lo que fue!”, exclama y sigue: “Ver este proyecto cristalizado es maravilloso, maravilloso. Y tener agua es maravilloso, y le agradezco a Dios haber iluminado este proyecto y a todo el grupo (señala a empleados del municipio) que está trabajando en La Cerámica, son bárbaros”.
“Ahora feliz de la vida, mi villa, ahora mi barrio Cerámica, es maravilloso, cómo me gustaría que estuviera mi madre para ver esto”, dice Graciela emocionada, y espera que pronto se termine el tendido para tener luz segura; "pronto va a llegar", asegura y finaliza: “Estoy feliz de la vida, feliz por no pisar más barro, qué lindo es vivir bien”, sostiene y suma estar "agradecida, muy agradecida por esto".
Paula Ruiz Díaz recuerda también que 46 años atrás era "todo campo". Fue una de las primeras en llegar. “Nos trajeron de Arroyito para acá y nos dejaron en unos ranchitos y después nuestros esposos iban a la bloquera a fabricar los bloks para hacer las casas con alguna ayuda municipal”, y resalta: “Todas las casas fueron hechas por nuestros esposos”. Además agrega cómo era el lugar; “había canchas -cuando no estaban todas estas casas-, esto es un sueño para nosotros y pienso que nos van a mirar mejor, porque nosotros somos el barrio La Cerámica”, enfatiza. Todos manifiestan estar contentos “con todas las obras que se hicieron en el barrio”.
Paula vive en el pasillo, “pero igual estoy agradecida y recuerdo a muchos vecinos que ya no están y les gustaría ver estas obras como la apertura de las calles, Cosquín, Los Cocos, Ongamira, Cruz Chica”, detalla, y agrega: “Ahora tenemos salida y estamos muy bien y todos los vecinos juntos”. Y finalizó lanzando bien fuerte al viento un sapucay que estremece y lo dedica “para toda la gente de mi barrio y para toda la gente”.
Gonzalo Caballero es el más joven y menciona que “hace un año y medio que empezó el trabajo del Servicio Público de la Vivienda con la parte de infraestructura”.
“Comenzaron a realizar reuniones para establecer voceros por cuadra”, rememora Gonzalo y explica: “Fue para poder comunicar el trabajo que venía, porque muchas personas se tenían que correr por donde iba a pasar la calle y había que hablar con las familias para comunicarles qué había que hacer”.
Y destaca el “trabajo muy fluido del SPV, no se trataba solamente de hacer la calle, el cordón cuneta, había una parte social muy fuerte para explicar qué se iba a hacer. Al principio hubo mucha desconfianza, hubo tantas promesas de distintos tiempos y distintos gobiernos que no se cumplieron, que la gente no creía”, asegura.
“Un día empezó el movimiento, empezamos a ver la obra, las grandes máquinas de la empresa constructora, y se empezó a ver que era real y el trabajo de los voceros fue más sencilla”, dice Caballero.
“En el proceso hubo inconvenientes, porque todo cambio implica cambio de paradigma, de conducta, de cómo cuidar las bocas de tormenta, que antes no había -era todo zanja-, y eso implica un pensamiento diferente”, razona Gonzalo y destaca: “Junto con el SPV se pudieron solucionar los problemas que se presentaron en el camino”.
“El Plan Abre no sólo se fijó en la infraestructura, se fijó en la parte social y familiar que es muy importante. Porque implica mejor calidad de vida, no solamente me hicieron la calle, las familias fueron reubicadas, se les dieron soluciones, quizá no las más óptimas pero se les dieron soluciones concretas y eso es positivo”, agrega.
Y va más atrás para rememorar: “Empecé ocupándome del barrio después de la crisis del 2001, y luego arranqué participando en las mesas de gestión en el Centro Integrador Comunitario, y desde allí empezamos a coordinar algunas situaciones con el SPV”.
“Y cuando tenías que recibir algo, una carta, una encomienda, era un problema. Antes cuando el correo te tenía que dejar algo llegaba al ingreso al pasillo en los Cocos, al viejo paredón y depende el correo te lo dejaba en la punta o tenían que entrar por el pasillo y encontrarte. Esto era un tema, porque era sin salida. Ahora con las aperturas de las calles es más fácil acceder y es un cambio positivo”, cerró.
Santa Ruiz Díaz es consejera barrial, hace 38 años que vive en el barrio: “Cuando llegamos acá la avenida Camino de los Granaderos era todo campo, mucho yuyo y una sola calle muy precaria donde salían y entraban sólo los camiones de la fábrica”, evoca esa imagen que se aparece en su memoria y continúa: “Así fuimos un día reuniéndonos los vecinos, porque queríamos que esto salga adelante. Después armamos una comisión, un centro comunitario, con los chicos armamos equipos de voley, fútbol. En el camino nos enteramos de que dentro de la fábrica había una calle: Calfucurá”.
“Miguelito, Eduardo, Lina...”, enumera a algunos que participaban de esas reuniones. “Le preguntábamos al municipio qué podíamos hacer y la respuesta siempre era que la empresa no iba a querer ceder el terreno. Pero todo cambia. Luego de un tiempo de diversas gestiones se firmó el convenio por el cual la Cerámica Alberdi donó los terrenos necesarios para el trazado oficial de pasaje Calfucurá”, remarcó.
Santa señala que pegado al cordón antes estaba el paredón “y el ingreso a nuestras casas era por el pasillo angosto que no tiene más de 2,5 mts”.
“Yo no me puedo quejar de lo que me tocó. Me gustaría que estuviera mi esposo para ver esto, pero falleció. Nosotros hicimos mucho para la apertura de calle Cosquín, para el mejoramiento, para que hubiera buena agua, buena luz, cloacas, hoy en día para nosotros esto es un sueño”, dice con satisfacción ante la cristalización de los diversos proyectos que durante años se discutieron en distintos ámbitos.
“Y todos pusieron su granito de arena para que esto sea lo que hoy es”, valora Santa y es otra que se siente “muy contenta y emocionada”. Y le da una vuelta al sentido de comunidad: “Ahora tenemos que tratar entre todos los vecinos, de cuidarnos unos con otros, inseguridad hay en todas partes y tenemos que tratar entre todos los vecinos de que esto sea un lugar que podamos disfrutar entre todos, todos logramos esto!”.
“Hoy podemos decir que Calfucurá es una hermosa calle. Nosotros estamos muy agradecidos”, sostiene Santa y piensa en voz alta: “Si yo les pudiera hacer un monumento a cada una de las personas que nos escucharon, nos toleraron, discutimos, peleamos, pero todo tiene un buen final, como toda familia donde uno discute y luego llega a un buen final”.
Santa es una de las impulsoras de una ONG que trabaja con diversas acciones en el barrio. “Junto a Gladys González de la Organización Familiares Enfrentando al Sida, caminamos el barrio para concientizar sobre el tema VIH-Sida y junto a los médicos recorríamos casa por casa para ver quién necesitaba vacunas, o tenían problemas de salud, ya que muchos no se llegaban para atenderse en el Centro Municipal de Salud 1º de Mayo o en el Centro Provincial de Salud La Cerámica, indica la vecina y apunta: “Traíamos payasos como excusa para que los chicos se vacunen”.
“Lo único que faltaría es conseguir que la red de gas llegue a vecinos que no tienen”, dice Santa y aclara que ella cuenta con este servicio. Y también cuenta que “hay vecinos que no tienen los planos de su casa, porque están en terrenos fiscales, esto serviría para que la gente esté más cómoda y sepa cuál es su límite y puedan seguir ampliando sus casas. Y también la escritura, algo que ya está tramitando el Servicio Público de la Vivienda, es un logro de muchos que hace 46 años empezaron a vivir acá y construir sus casitas”. Y para cerrar suelta otro pedido que surgió en las reuniones del Centro Integrador: “Que una línea de colectivo ingrese al barrio”.