La Fogata de San Pedro y San Pablo iluminó una vez más el sur rosarino
La tradicional ceremonia que año a año se realiza en el distrito impulsada por la Escuela Musto reunió a chicos y grandes en el Parque Regional Dr. Sylvestre Begnis para rendir tributo al fuego.
Este jueves 29 de junio, la comunidad educativa de la Escuela Municipal de Artes Plásticas Manuel Musto, junto a vecinas y vecinos de barrio Saladillo, protagonizaron una nueva edición de la tradicional Fogata de San Pedro y San Pablo.
La propuesta, un clásico de la zona sur de la ciudad, dio inicio alrededor de las 18, cuando chicos y grandes que se dieron cita en la puerta de la Musto, ubicada en Sánchez de Bustamante 129, partieron en caravana hacia el Parque Regional Sur, al ritmo de las murgas Matadero Sur y Las Gaitas Asesinas de San Virulais.
Una vez en el predio de Serrano 5799, los muñecos fabricados por los alumnos del taller de arte para niños y adolescentes de la institución fueron ubicados al son de los tambores sobre una enorme montaña de leña y fueron el combustible ideal para llevar adelante el ritual de tributar al fuego en sus diferentes significaciones y simbologías.
Cabe señalar que cada año los alumnos de La Musto idean y elaboran muñecos, vestimentas, estandartes y diferentes tipos de ornamentos especialmente para este encuentro, que nuclea a chicos, jóvenes y adultos bajo una misma consigna: “quemar lo viejo para dar lugar a lo nuevo”.
Desde hace 26 años, la fogata de San Pedro y San Pablo forma parte de la vida escolar de La Musto. Inicialmente, la celebración era acotada al entorno más inmediato, pero con el tiempo fue creciendo y tomando diferentes formas y modalidades, tanto dentro y fuera de la escuela como en lo referente a los aspectos organizativos y de producción, y en el alcance y el impacto en la ciudad.
Festividad pagana
La fogata de San Pedro y San Pablo es una antigua celebración pagana y religiosa que une el tributo al fuego en sus diferentes significaciones y simbologías con la sacralidad.
El 29 de junio se conmemora a San Pedro, primer papa de la Iglesia Católica, y a San Pablo, el gran apóstol de los Gentiles, quienes, según la tradición, fueron ejecutados alrededor del año 67 por orden de Nerón.
El sentido purificador atribuido al fuego se mezcla con el rito estival (para nosotros invernal) de la fogata cercana al martirio de los santos mencionados. Por eso, en lo alto de la fogata se ubican los muñecos, los cuales son quemados como expiación colectiva para rendir homenaje a los santos inocentes.
En nuestro país, esta celebración forma parte de las tradiciones populares –heredadas de la inmigración– que se afianzaron a principios del siglo XX con el surgimiento del barrio como espacio de encuentro, participación e identidad.
Con la expansión urbana, que fue modificando la fisonomía de la ciudad y cambiando las costumbres y las relaciones de vecindad –que se tornaron más distantes y reservadas–, las fogatas pasaron a ocupar un lugar sólo en la memoria de la gente.
Recrear estos encuentros que se apropian con espíritu festivo y lúdico del espacio público -marcando como territorio de pertenencia la vereda, la calle, el barrio, la ciudad- fue el motivador para rescatar y resignificar en el presente esta tradición cultural.