Agricultura urbana: el camino hacia una ciudad con soberanía alimentaria
Desde 2001, la Municipalidad de Rosario trabaja con políticas públicas que fomentan la producción de verduras agroecológicas para que los ciudadanos puedan elegir qué comer y cómo producirlo.
Aquello que se inició en la previa de la peor crisis social y económica por la que transitó el país, allá por el 2001, como una solución urgente ante la creciente desocupación, terminó siendo el puntapié inicial para el camino que Rosario inició hacia la soberanía alimentaria, con políticas públicas tendientes a fomentar la agricultura ecológica y autosustentable que permita que los ciudadanos tengan la autodeterminación de elegir qué querer comer, cómo producirlo y en qué lugares.
En febrero de 2001 se creó el Programa de Agricultura Urbana en el ámbito de la Municipalidad de Rosario. “Ahí dimos un salto cualitativo, pasamos de la producción para el consumo de las propias familias a que personas que estaban desocupadas empiecen a producir verduras ecológicas como un medio de vida”, afirma el coordinador del Programa de Agricultura Urbana, Antonio Lattuca, un verdadero experto en la materia.
Para el ingeniero agrícola, “desde hace mucho tiempo Rosario tiene una política pública de trabajar los alimentos ecológicos y que la gente pueda producir”. Incluso, afirma que “es la única ciudad en la Argentina que tiene una política pública al respecto”. Con el correr de los años se fueron creando y consolidando opciones que apuntan a que, en un futuro, Rosario sea una ciudad soberana alimentariamente, a partir de la producción de alimentos con buenas prácticas agrícolas, por agricultores de la ciudad y la región con acceso democrático a las tierras y contacto directo con los consumidores a partir de la creación y promoción de ferias de productores en diferentes puntos de la ciudad.
Acceso a la tierra
Uno de los bastiones de la soberanía alimentaria es el acceso democrático a la tierra. Allá por el año 2003, la ciudad alojó un seminario organizado por el Programa de Gestión Urbana de las Naciones Unidas acerca de la tenencia segura de la tierra. “Se hizo un diagnóstico participativo para detectar lugares de Rosario donde se pudiera trabajar la tenencia segura de la tierra, que los huerteros puedan disponer de la tierra a largo plazo”, recuerda Lattuca. Es que, según explica, en aquel entonces “la gente hacía mucho trabajo para mejorar terrenos que eran prestados y después lógicamente había que devolverlos”.
“Disponer la tenencia segura de la tierra fue uno de los logros más importantes que tenemos porque permite a la gente planificar a largo plazo, pensar en un futuro”, apunta. Dicho seminario fue el puntapié inicial de un exhaustivo trabajo para detectar terrenos no construibles o habitables en la ciudad que pudieran ser utilizados para la instalación de parques huertas. Así, se avanzó en tierras en los márgenes de la autopista, de las vías del ferrocarril y de los dos arroyos que atraviesan la ciudad. “En esos lugares elegimos hacer estos proyectos de incorporar la agricultura urbana dentro del ordenamiento territorial de la ciudad”, apunta Lattuca.
Las tierras son cedidas a las familias de huerteros mediante un comodato que se renueva cada año con la condición de que cumplan con técnicas ecológicas. Los terrenos son propiedad del municipio o de entes como Vialidad Nacional o el Nuevo Central Argentino, quienes autorizan su uso mediante convenios a largo plazo. El parcelamiento de las huertas se fue dando en base a la capacidad de trabajo de cada familia de agricultores.
Sin patentes
Otro factor vital a la hora de alcanzar la soberanía alimentaria es el de los insumos libres de las costosas patentes de las multinacionales. En ese sentido, la Municipalidad de Rosario trabaja en la producción de biorepelentes, bioestimulantes y biofertilizantes con plantas que crecen espontáneamente en las huertas. Asimismo, Rosario forma parte de una red mundial de semillas libres, que se pueden reproducir libremente. “Si no tenés un manejo de la biodiversidad, si no te apropias de su manejo y empezás a multiplicar semillas, no podés estar trabajando en la construcción de soberanía alimentaria”, explica Javier Couretot, miembro del Programa de Agricultura Urbana de la Secretaría de Economía Social y experto internacional en Soberanía Alimentaria.
Por eso, el municipio apuesta a la distribución y reproducción de semillas locales. Al respecto, dos veces al año, en otoño y primavera, la Secretaría de Economía Social a través del Programa de Agricultura Urbana, realiza un padrinazgo y madrinazgo de semillas, brindando los insumos y capacitando a los agricultores. El reparto de semillas se da a través del Banco de Semillas Ñanderoga y de convenios con el programa Pro Huerta del Inta.
Cara a cara
Finalmente, la comercialización de los productos de las huertas urbanas son el último, pero no menos importante, eslabón para consolidar la soberanía alimentaria. En ese sentido, la apuesta está dada en generar canales cortos de comercialización, garantizando productos locales frescos y de calidad, evitando distorsiones en los precios por intermediaciones, y disminuyendo el impacto ambiental por un recorrido menor del transporte de los alimentos, reduciendo las emisiones de carbono.
“La idea es trabajar con la perspectiva de que el huertero o el quintero no dependan de que un mayorista en el mercado central le diga cuánto vale su producción, sino que el precio se construya en la relación con el consumidor”, explica Couretot. “Así volvés a ganar soberanía, afianzás su idea y propuesta, porque se genera una relación mucho más horizontal y menos desigual a la hora de acordar el valor y definir en conjunto cómo y qué consumir”, completa.
Para construir ese vínculo, desde 2002 el municipio lanzó un programa de ferias para llevar los productos agroecológicos a diferentes puntos de la ciudad de manera directa. “En septiembre de ese año se inauguró la primera con mucho éxito y hoy hay prácticamente una todos los días, apoyadas por el municipio, con toda una trazabilidad, porque está la confianza que se creó entre los productores y consumidores que saben que las verduras son agroecológicas y productos de cercanía”. En ese aspecto, resaltó que “cuando se hizo la primera feria, se creó un protocolo de cómo se deben presentar las verduras, el lugar de venta que al día de hoy funciona en cada feria”. La inminente apertura del Mercado del Patio, donde habrá un espacio especial para las producciones agroecológicas de los agricultores locales, supondrá también un salto de calidad para un acceso más masivo de potenciales consumidores.
Entre las huertas urbanas, el programa Cinturón Verde, y la producción de plantas aromáticas, Lattuca sostiene que hay unas 250 familias que trabajan en la producción y venta de verduras agroecológicas. Además, a través del programa Huerta en casa, hay entre 2500 y 3000 familias que producen sus propios alimentos en sus hogares. “Cuando empezamos, era algo de nicho para un grupo casi pequeño, Rosario creó las condiciones para que esto se instale y ahora hay mucha gente que quiere producir y también mucha que quiere consumir”, afirma el coordinador del programa de Agricultura Urbana.
Sin embargo, el futuro aún encierra desafíos. “Vivimos en una sociedad en la que no está valorizado el trabajo de la tierra, y se toma la agricultura como algo del pasado”, lamenta Lattuca. Pero no pierde la esperanza y afirma: “Todavía falta para que más gente se acerque y se interese en la agricultura ecológica, que yo creo que es el oficio del futuro. Cuando empezó este tema eramos 4 locos, y ahora ya está instalado, y soy optimista de que la idea ya está pero falta un poquito para concretarla”.