30 de noviembre

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Salud

Voluntariado en tiempos de pandemia: Hilvanando redes de solidaridad pensando en los que más necesitan

El Hospital Vilela y la Maternidad Martin cuentan, además de su atención en salud, con un servicio fundamental: un grupo de mujeres que de manera solidaria acompañan y contienen a las familias.

Cada 5 de diciembre se celebra el Día Internacional de los Voluntarios y Voluntarias decretado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 40/212 el 17 de diciembre de 1985.

En Rosario, en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela y en la Maternidad Martín, funcionan los servicios de Voluntariado Social cuyas integrantes llevan adelante tareas de acompañamiento y contención, participando en campañas de promoción de lactancia materna y actividades de inclusión educativa de las madres.

La pandemia ha cambiado la vida de millones de personas. En su pleno desarrollo el panorama era el esperable, todo el personal equipado con camisolines, overoles, guantes, barbijos quirúrgicos, escudos faciales, cofias. Y estaban ellas, las voluntarias, generando lazos de cercanía y confianza entre las personas que necesitan ayuda.

Comenzó la pandemia y todo se detuvo

“En el 2005 descubrí un maravilloso lugar, el costurero del servicio de voluntarias del Hospital Vilela. Allí pasé a formar parte de un hermoso grupo”, comenzó diciendo Alicia Acrich. Con sus 68 años, en medio de la pandemia, no abandonó el costurero donde confeccionan ropa para las niñas y niños internados como batitas, ranitas, pantalones, mantas, toallas, baberos y pantalones, entre otras prendas.

“Es muy lindo que estos niños y niñas se sientan contenidos, abrazados, mimados y abrigados, simplemente por el amor que ponemos en nuestras manos”, dijo y añadió: “Con el comienzo de la pandemia todo se detuvo. El costurero también cerró y fue todo muy triste, pero al mes comencé a darme cuenta que el hospital continuaba funcionando, los niños seguían internados y con las mismas necesidades”. Así volvió las manos al costurero para abrigar a esos niños y niñas con más fuerza para su bienestar y felicidad. “Esta es nuestra felicidad”, sostuvo y remarcó: “Amo lo que hago y doy gracias al servicio del voluntariado por permitirme pertenecer”, cerró diciendo Alicia.

Contener a niños y niñas, contener a las mamás

Cecilia es la jefa del servicio de voluntarias del Vilela y destaca que en el funcionamiento hay un antes y un después de la pandemia. “Antes éramos 90 mujeres trabajando en el hospital, ahora somos menos”, observa y remarca que el covid complicó la participación de las voluntarias, que en su mayoría eran adultas mayores.

“Nuestro servicio es muy heterogéneo, hay voluntarias a las que les encanta estar con los niños y niñas, y otras a las que les gusta mucho estar con las mamás, escucharlas y contenerlas porque algunas se internan con sus hijos”, puntualizó.

Cecilia cuenta que desde marzo de 2020 hasta hace algunos meses la atención que pudieron brindar fue muy reducida por los estrictos protocolos sanitarios. La pandemia las obligó a no poder tocar a niños y niñas, mantener distancia con las mamás, no entrar en las habitaciones. Solo esperaban el llamado en la salita.

Pero desde hace un tiempo, pueden ingresar a las habitaciones pero manteniendo la distancia y respetando todos los protocolos. Fue un alivio para ellas retomar el vínculo directo con las familias y los y las pacientes.

“Hay voluntarias que crean un vínculo muy grande con los niños y niñas oncológicos”, sigue diciendo Cecilia y menciona: “No solamente atendemos las necesidades del hospital, que es muy grande, todas las mañanas estamos a las corridas y también tratamos de contenernos entre nosotras y contenerlas a las voluntarias que están en sus casas y también nos ayudan”, destaca.

“Nosotras tenemos muchísimos ángeles guardianes que colaboran mucho; son muchos y muy solidarios”, indica Cecilia que empezó esta actividad hace 27 años y tomó la jefatura hace 13. Su historia combina el deseo de maternar y un gran amor para dar: “Yo no podía quedar embarazada y tenía muchas ganas de estar con niños y niñas. Y así fue como averiguando llegué al hospital. Necesitaban una voluntaria en consultorios externos en neurología”, recuerda y subraya: “Nos encanta hacer lo que hacemos, porque esto es un trabajo voluntario, donde no cobramos nada, pero dejamos mucho y recibimos muchísimo más”.

Las mamás saben que alguien las escucha en estos momentos

Claudia Aran es relacionista pública y para su tesis eligió el tema de la salud. Allí se interesó por la Maternidad Martin y la eligió para su trabajo final. Y de a poco se fue quedando, primero fue por un tiempo, a prueba; pero después encontró su lugar. De esto hace ya más de dos años.

Sobre las tareas que realizan cuenta: “Hablamos con los abuelos antes de ingresar a Neo a ver a sus nietitos, que es algo importante, antes de la llegada del bebé a su hogar”.

En el cuarto piso de la maternidad el servicio de voluntarias cuenta con un espacio llamado Residencia para Madres donde las mamás pueden comer y pasar un tiempo. “Las familias nos reciben con una enorme sonrisa, con total amor y cariño, te quieren abrazar y a veces les digo mantengamos la distancia. Y te mandan una foto o una nota de agradecimiento. Ellas necesitan todo tipo de ayuda y un oído, que sepan que alguien las escucha en estos momentos”, cuenta Claudia.

Al igual que en el Vilela, en la Martin también la pandemia modificó la atención y redujo la cantidad de voluntarias que pudieron seguir asistiendo al servicio, pero todas consiguieron la forma de estar presentes. “Mis compañeras seguían trabajando desde su casa, tejían, compraban cosas que faltaban, armaban los paquetes y eso me llegaba a mí para luego repartirlo. En esos momentos complicados del covid estuvo el respaldo de la dirección de la Maternidad y también la capacitación en el uso de los elementos de protección personal. Y después hubo que transmitirlo a las mamás, el uso del barbijo y del alcohol en gel”, explicó Claudia y siguió: “Yo armé botellitas con alcohol en gel para desinfectar. Y cuando comenzó la circulación comunitaria del virus armé grupitos de seis que ingresaban en la famosa residencia de madres, para capacitarlas, para que se pudieran hacer su propio barbijo”.

Pero todo esto no lo hicieron solas: “El trabajo se logra en la conexión, el intercambio, siempre con las áreas de la maternidad Martin”, termina la voluntaria.

Asociación Amigos del Voluntariado de la Maternidad Martin

Graciela Grondona es la jefa del voluntariado de la Maternidad Martin que hace semanas, y luego de 12 años de trabajo, consiguió la personería jurídica. “La gente nos conoce mucho, sabe de nuestra tarea, sabe las cosas que hacemos y quieren ayudarnos y esto nos da otro marco para que nuestra tarea crezca”, ponderó.

Graciela celebró: “Ahora viene la frutilla del postre, después de dos años sin vernos presencialmente, vamos a realizar nuestro almuerzo de camaradería para juntarnos, contar las experiencias y darnos ese abrazo tan prometido, que durante muchos meses no nos pudimos dar. Por suerte, encontramos algo bueno –en medio de toda esta desazón que nos toca vivir–, donde pervive la buena voluntad, las ganas de seguir haciendo cosas para el prójimo y la solidaridad, no hay quién nos pare”.