Mónica Fein presidió el acto del 163º aniversario de la declaración de Rosario como ciudad
Durante la actividad desarrollada en la Sala de las Banderas del Monumento, la intendenta destacó la decisión de quienes residían en la villa del Rosario que reclamaron sus legítimos derechos.
La intendenta Mónica Fein presidió el miércoles 5 de agosto, en la Sala de las Banderas del Monumento Nacional a la Bandera, el acto conmemorativo del 163º aniversario de la declaración de Rosario como ciudad. La fecha recuerda la promulgación por parte del por entonces gobernador, Domingo Crespo, de la ley sancionada dos días antes por la junta de representantes que proclamaba como ciudad a la denominada Villa del Rosario.
La ceremonia comenzó con la colocación de una ofrenda de laureles, por parte de la intendenta, del diputado nacional Hermes Binner, y del arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Martín. Tras la entonación de las estrofas del Himno Nacional, ejecutado por la Banda de Música del Liceo Militar de Funes, el historiador rosarino Miguel Angel De Marco (h) hizo una reseña de la declaración de Rosario como ciudad.
Luego, Fein obsequió una bandera argentina de flameo y un CD a las autoridades de las escuelas presentes en el acto. Tras esto, Fein recalcó que “este es un nuevo cumpleaños de la ciudad, y como rosarinos venimos a festejarlo. También festejamos el desafío que tuvo aquella pequeña villa que en poco tiempo ha crecido y hoy tiene nuevos desafíos y responsabilidades. Venimos a comprometernos y a seguir mirando hacia el futuro”.
"Rosario es fruto del esfuerzo, el trabajo, la solidaridad y la unión de todos quienes habitaron este suelo", señaló la intendenta, quien además remarcó que la declaración "fue trascendental para las oportunidades que trajo el porvenir, y fue el merecido y justo reconocimiento a la historia de este pequeño poblado y el de sus habitantes”.
Declaración
En 1823 los residentes de Rosario, en un inédito acontecimiento, designaron al cura párroco Pascual Silva Braga, como representante ante el gobierno provincial para tramitar el reconocimiento como ciudad. Fue la primera vez que el pueblo elegía un representante político, quien no tuvo el éxito esperado. Pero logró que el gobernador Estanislao López diera a Rosario el título de “villa”.
Pero con el paso de los años, la villa del Rosario –un conjunto de casas bajas y calles mal delineadas que no superaba los 3.000 habitantes– continuaba sufriendo la postergación del centralismo de Buenos Aires.
Su puerto natural, que brindaba excelentes perspectivas desde el punto de vista del libre comercio, había sido cerrado a los buques extranjeros por un decreto del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, el 22 de enero de 1841. Dicha disposición impidió la navegación por los ríos Paraná y Uruguay a los buques que no tenían patente argentina y postergó afanes progresistas de los rosarinos por más de una década.
Pero la voluntad de aquellos rosarinos en defensa de sus legítimos derechos se cristalizó el 25 de diciembre de 1851 en el célebre pronunciamiento del “hueco de Cardozo”, donde un pequeño grupo de vecinos y la guarnición militar de la plaza adhirieron a la campaña de Justo José de Urquiza.
Antes que Urquiza entrara a la villa, lo hizo el teniente coronel Domingo Faustino Sarmiento, trayendo con él la primera imprenta que se conociera en la ciudad, y en la que imprimió la primera hoja, que con su firma sentenciaba: “El Rosario está destinado por su posición topográfica a ser uno de los más poderosos centros comerciales de la República Argentina".
Tras la batalla de Caseros, en la que combatieron dos batallones de rosarinos bajo las órdenes del teniente general Agustín Fernández y del mayor Dámaso Centeno, quienes respondían al mando del general Justo José de Urquiza, los milicianos fueron especialmente felicitados por Urquiza, con la promesa de que ayudaría a la villa en sus aspiraciones de progreso.
Consecuencia de ello, el 9 de junio de 1852, Urquiza escribió al gobernador Crespo para que procurara erigir a Rosario en ciudad.
El mandatario provincial gestionó por sí mismo, ante la Junta de Representantes, para que sancionara la ley respectiva. Entre sus argumentos, se destacó “su posición local, que la pone en contacto directo con el interior y exterior, por su crecido número de habitantes y por su comercio activo con todos los pueblos de la república”.
Finalmente, el 5 de agosto 1852, el gobernador Crespo promulgó la ley que, sancionada dos días antes por la junta de representantes, declaró a Rosario como ciudad.
Dicha declaración abrió además puertas a otros acontecimientos no menos relevantes, como la apertura de los ríos a la libre navegación, lo que significó terminar con el monopolio de Buenos Aires e iniciar camino para el desarrollo del puerto de Rosario.